Hace un par de semanas, asistí a un conversatorio cuyo objeto de debate estaba centrado en la posible existencia de un conflicto de intereses en torno a la financiación, cada vez más frecuente de proyectos de investigación clínica por parte de la industria farmacéutica y otras instancias del sector privado. Coincidencialmente, encontré en un blog de educación médica española, publicado por el doctor Ciril Rozman, profesor emérito de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, una serie de interesantes reflexiones, que considero, pueden contribuir a la discusión en torno al tema, por lo que me permito transcribirlas a continuación como documento académico de interés.
"La financiación de los proyectos de investigación clínica proviene cada vez en mayor grado de la industria farmacéutica. Si bien la colaboración entre la investigación científica y el sector industrial es muy conveniente para ambas partes, la situación presenta algunos peligros. El más importante es la excesiva comercialización de la ciencia que puede ocasionar una pérdida del rigor necesario en el desarrollo de los proyectos y en la comunicación de los resultados. El juicio del investigador clínico, por lo que respecta a su interés principal (mejorar la salud y la vida de los seres humanos) tiende a ser indebidamente influenciado por los intereses secundarios (de tipo económico o de promoción personal). Independientemente del hecho de que el interés secundario pueda ser legítimo, el conflicto ético se produce cuando el interés secundario prevalece sobre el primario.
¿Se trata de un problema excepcional? En absoluto. Deseo analizar brevemente tres aspectos en los cuales los conflictos de intereses son particularmente frecuentes.
Uno de ellos que considero particularmente poco edificante para la nuestra profesión, está representado por las relaciones de la industria farmacéutica con algunos profesionales del ámbito sanitario. Con excesiva frecuencia los obsequios de la industria al médico exceden con mucho lo que aconsejaría el código ético. La mejor manera de prevenir los conflictos de intereses consiste en la exigencia de la declaración pública de los mismos. En este sentido es positivo el creciente número de instituciones y sociedades científicas que obligan a declarar la existencia de eventuales conflictos de intereses.
Un segundo aspecto está representado por el llamado secretismo en el ámbito de la investigación biomédica. Con demasiada frecuencia, los descubrimientos que podrían ser de utilidad inmediata para nuestro objetivo principal que es el de “prevenir el sufrimiento y la muerte de nuestros pacientes”, son mantenidos en secreto porque así lo establece la sociedad comercial que financia el proyecto o porque el mismo investigador se resiste a comunicarlo hasta que no esté seguro de obtener un beneficio suficiente de su descubrimiento. De esta manera, nuestra tarea pierde su esencia que es la lucha contra la enfermedad y se transforma en una competición entre las sociedades comerciales o entre los científicos que buscan su propia promoción.
Un tercer aspecto, particularmente grave, está representado por la interferencia de las industrias farmacéuticas en la conducción científica imparcial y objetiva de las investigaciones clínicas. Desgraciadamente, existen numerosos ejemplos de interferencias de este tipo en forma de la interrupción de estudios prospectivos por razones de reorganización comercial, cuando esta no es la competencia de la industria sino de la dirección científica de la investigación, o bien, los intentos por parte de la industria de prohibir la publicación de resultados negativos.
No hace mucho, fue objeto de debate la forma como se escogió el nuevo director de la “International Agency for Research on Cancer (IARC)”, una prestigiosa institución que además de generar una importante investigación sobre la epidemiología de las neoplasias, tiene una gran influencia a la hora de cualificar qué sustancias industriales pueden ser causantes de esta enfermedad. Se ha sugerido que algunos consejeros de este organismo pueden tener vínculos con la industria y, por este motivo, recibir influencias comerciales indebidas. Y se ha insistido sobre la importancia de la más absoluta transparencia en toda la actuación de este importante organismo.
La preocupación internacional para mantener las investigaciones vinculadas a los seres humanos en el ámbito de un rigor ético estricto se va expresando por medio de numerosas publicaciones: el código de Nuremberg, publicado el año 1947 y modificado varias veces, las normas de la Unión Europea de la buena práctica clínica, las guías éticas de la Organización Mundial de la Salud para la investigación biomédica en los seres humanos, y otras. Pero yo sigo considerando que es necesaria, sobre todo, una nueva toma de conciencia moral por parte de los investigadores y profesionales del ámbito sanitario, al objeto de situar nuestras acciones en un marco éticamente razonable."