La enfermedad de Parkinson es un trastorno degenerativo del sistema nervioso central, que fue descrito por primera vez en 1817 por James Parkinson, un médico británico que publicó un artículo sobre lo que llamó "la parálisis temblorosa."
Los investigadores creen que al menos 500,000 personas en los Estados Unidos padecen actualmente la enfermedad de Parkinson, aunque algunos cálculos son mucho mayores, lo que representa un costo anual de más de seis mil millones de dólares. El riesgo de la enfermedad aumenta con la edad, por ello los analistas esperan que el impacto económico y en la salud pública de esta enfermedad aumente a medida que la población envejezca.
La enfermedad de Parkinson pertenece a un grupo de entidades conocidas como trastornos del movimiento. Los síntomas más comunes son temblor en las manos, los brazos, las piernas y la mandíbula o la cabeza; rigidez, de las extremidades y el tronco; bradicinesia, o lentitud en los movimientos; e inestabilidad postural o deterioro del equilibrio. Estos síntomas generalmente comienzan gradualmente y empeoran con el tiempo, dando lugar a limitaciones importantes para caminar, hablar o completar otras tareas sencillas.
El tratamiento de la enfermedad de Parkinson puede dividirse en tres categorías. La primera, comprende medicamentos que aumentan el nivel de dopamina en el cerebro e incluye precursores de dopamina, agonistas de la sustancia y fármacos que retrasan el metabolismo y/o la degradación de la sustancia en el organismo.
La segunda categoría está conformada por medicamentos que impactan otros neurotransmisores y alivian algunos síntomas de la enfermedad. En este grupo se incluyen los fármacos anticolinérgicos y otras sustancias equivalentes.
La tercera categoría incluye medicamentos que ayudan a controlar los síntomas asociados que no corresponden a las alteraciones del movimiento, entre los que se encuentran agentes ansiolíticos y antidepresivos.
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