La evaluación inicial del paciente diabético debe estar orientada a clasificar el caso, detectar la presencia de complicaciones, definir los objetivos del tratamiento y establecer las bases para la formulación de un plan de cuidado individual. Algunos elementos que han de ser tenidos en cuenta durante el abordaje integral del paciente diabético incluyen la historia clínica y el examen físico, los resultados actuales y el historial previo de las pruebas de laboratorio, el nivel de actividad física, el consumo de sustancias tóxicas y/o medicamentos que puedan afectar los niveles de glucosa y los antecedentes psicológicos, sociales, culturales, económicos y familiares que tengan alguna influencia en el curso de la enfermedad y/o en la administración adecuada del tratamiento prescrito.
El control de las cifras de glicemia puede llevarse a cabo mediante el uso de dispositivos manejados por el paciente y/o a través de métodos especializados de laboratorio, sin embargo, en la práctica clínica, la mejor estrategia es la combinación de las técnicas de automonitoreo continuo de la glucosa plasmática y la medición periódica del nivel de hemoglobina glicosilada (Hb A1C) por parte del personal de la salud, ya que es posible verificar la confiabilidad de las mediciones llevadas a cabo por el paciente y correlacionar los datos obtenidos para establecer con mayor objetividad la respuesta frente a la terapia prescrita y el pronóstico del cuadro.
La frecuencia y el horario con que el paciente se debe practicar los controles de glicemia estarán determinados por las necesidades individuales y por los objetivos del tratamiento, en términos generales, los pacientes diabéticos que utilizan insulina (especialmente DM tipo I y diabetes gestacional) pueden ser controlados en forma adecuada con una evaluación glucométrica tres veces al día mientras que los pacientes con DM tipo II manejados con terapia oral, aislada o en combinación con insulina, pueden requerir un esquema diferencial según las características clínicas de la enfermedad, la evolución del cuadro y la respuesta frente a la terapia prescrita.
La determinación del nivel de Hb A1C permite establecer el valor promedio de los niveles de glicemia durante un período de dos a tres meses antes de la prueba. La evaluación trimestral del nivel de Hb A1C es un buen indicador del resultado de la terapia y del control metabólico de la enfermedad, sin embargo, en situaciones clínicas y/o regímenes terapéuticos especiales, puede ser necesario considerar el aumento en la frecuencia de la prueba.
De acuerdo con los parámetros establecidos por la Asociación Americana de Diabetes (ADA) el nivel óptimo de glicemia basal en el paciente diabético debe mantenerse entre 90 y 130 mg/dL, el de glicemia postprandial por debajo de 180 mg/dL y el de hemoglobina glicosilada (Hb A1C) debajo de 7%.
El control de las cifras de glicemia puede llevarse a cabo mediante el uso de dispositivos manejados por el paciente y/o a través de métodos especializados de laboratorio, sin embargo, en la práctica clínica, la mejor estrategia es la combinación de las técnicas de automonitoreo continuo de la glucosa plasmática y la medición periódica del nivel de hemoglobina glicosilada (Hb A1C) por parte del personal de la salud, ya que es posible verificar la confiabilidad de las mediciones llevadas a cabo por el paciente y correlacionar los datos obtenidos para establecer con mayor objetividad la respuesta frente a la terapia prescrita y el pronóstico del cuadro.
La frecuencia y el horario con que el paciente se debe practicar los controles de glicemia estarán determinados por las necesidades individuales y por los objetivos del tratamiento, en términos generales, los pacientes diabéticos que utilizan insulina (especialmente DM tipo I y diabetes gestacional) pueden ser controlados en forma adecuada con una evaluación glucométrica tres veces al día mientras que los pacientes con DM tipo II manejados con terapia oral, aislada o en combinación con insulina, pueden requerir un esquema diferencial según las características clínicas de la enfermedad, la evolución del cuadro y la respuesta frente a la terapia prescrita.
La determinación del nivel de Hb A1C permite establecer el valor promedio de los niveles de glicemia durante un período de dos a tres meses antes de la prueba. La evaluación trimestral del nivel de Hb A1C es un buen indicador del resultado de la terapia y del control metabólico de la enfermedad, sin embargo, en situaciones clínicas y/o regímenes terapéuticos especiales, puede ser necesario considerar el aumento en la frecuencia de la prueba.
De acuerdo con los parámetros establecidos por la Asociación Americana de Diabetes (ADA) el nivel óptimo de glicemia basal en el paciente diabético debe mantenerse entre 90 y 130 mg/dL, el de glicemia postprandial por debajo de 180 mg/dL y el de hemoglobina glicosilada (Hb A1C) debajo de 7%.
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